Para muchos países de América Latina, con acceso limitado a los mercados financieros y a estrategias regionales de EE UU y Europa, el financiamiento y la inversión china posibilitaron infraestructuras necesarias para su desarrollo, históricamente postergadas por aquellas limitaciones.
Uno de los acontecimientos de mayor importancia en el desarrollo de proceso de globalización ha sido la emergencia de China en el escenario mundial y su creciente rol en la dirección de los asuntos globales. Durante casi tres décadas, el gigante asiático ha sido un actor decisivo en la trabajosa construcción de un sistema multilateral de decisiones en lo político, económico y comercial que, con defectos e inconsistencias, tuvo dos enormes logros: una prolongada etapa de cierta paz y prosperidad, que permitió a millones de seres humanos salir de la pobreza extrema y un debilitamiento constante de las pretensiones hegemónicas de EE UU, que distorsionaban cualquier intento de convivencia internacional.
Su vertiginoso crecimiento y sus notables avances en materia de innovación tecnológica han colocado a China como la segunda economía mundial (primera en medición PPA), con proyecciones de superar a EE UU en la próxima década.
