Fundador y CEO de WISeKey, considera que la democracia, la tecnología y la humanidad son las tres claves que hay que unir para enfrentar la nueva era pospandemia que estamos a punto de emprender a nivel global.
Por Elisabeth Torres
La realidad que nos ha traído 2020 a causa de la COVID-19 ha puesto en evidencia las carencias del sistema que nos esforzamos en mantener. La idea de un cambio radical sobrevuela cada una de las esferas que componen nuestra vida: desde la cotidianidad y las relaciones sociales, hasta las relaciones comerciales, la política y los sectores de producción; y todo ello sin perder de vista el cambio climático y la tecnología como aliada. La necesidad y la rapidez de los cambios son urgentes, por lo que empresas, gobiernos y movimientos sociales se movilizan para dar respuesta a la nueva situación. En concreto, la compañía de ciberseguridad WISeKey, ubicada en Ginebra, está trabajando en el proyecto Pandemocracia. ¿Cómo será la democracia mundial después de la pandemia?, una serie de cuatro ensayos que explorarán cuestiones relevantes sobre la actualidad. Este trabajo se publicará en formato libro en el Foro Económico Mundial de Davos de 2021. Mientras tanto, en Marco Trade Revista charlamos con su fundador y CEO, Carlos Moreira, sobre algunas cuestiones que creemos importantes.
MTR: ¿En qué momento global considera que nos encontramos?
CM: Nos encontramos viviendo una época incierta marcada por una fragilidad inesperada. Estamos persiguiendo una pandemia rebelde y, a su paso, navegando las consecuencias de una democracia global infectada encabezada por el desgaste de la representación más grande y simbólica del mundo: los Estados Unidos. El Índice de Percepción de la Democracia anual de Dalia Research reveló que la visión mundial de los Estados Unidos como el gran campeón del proceso democrático se ha deteriorado en el último año, en gran parte a la luz de su respuesta a la COVID-19. De los 53 países encuestados, solo dos sintieron que los Estados Unidos han manejado la pandemia con éxito: Japón y los propios EE. UU. Parece que, al menos en este momento, el efecto es una tendencia global que se aleja de la descentralización y que vuelve hacia una dinámica geopolítica anterior a la Guerra Fría entre nosotros y ellos.
MTR: En un sentido más individual, ¿cómo cree que nos está afectando esta “nueva normalidad” tras ver cómo nuestra vida desaparecía tal como la conocíamos?
CM: Como los humanos estamos programados para hacer, nuestros instintos de supervivencia están en marcha. Pasamos muchas horas pensando, preocupándonos y elaborando estrategias para combatir una amenaza invisible que no podemos solo espantar o alejar. Y cuando no estamos consumidos por nuestra defensa actual, nos preguntamos acerca de la vida tal como la conocemos o cómo fue alguna vez. Nos preguntamos colectivamente: ¿cuál es la mejor manera de avanzar?, ¿es este cambio sísmico la nueva normalidad? Las respuestas y opiniones abundan. La verdadera pregunta es adónde nos conducirán nuestros instintos colectivos: ¿avanzaremos juntos hacia una solución amplia no solo a la pandemia sino a los problemas que esta ha sacado a la luz? Estos problemas, después de todo, son los verdaderos problemas.
MTR: ¿Seremos capaces de abrazar esos cambios para subsanar los “verdaderos problemas” de los que habla?
CM: A través de nuestras acciones decidiremos colectivamente si buscamos regresar a la forma en que eran las cosas (o pensamos que eran) o usar esta pausa dolorosa para aprender y crecer. La pandemia ha puesto un foco de atención sobre las fallas en la colaboración tanto nacional como global. Simplemente no trabajamos bien juntos, aunque quizá sea más exacto decir que actuamos con demasiado interés propio para ver las razones por las que debemos trabajar juntos. Si se necesita un evento global catastrófico para mostrarnos por qué la colaboración no es solo un gran ideal, entonces todavía tenemos trabajo por hacer para aplicar la colaboración. Si bien a algunas naciones les fue mejor que a otras, la noción de un impulso global positivo parece exagerada, en especial si se considera que una pandemia, que podría haber sido un campo de pruebas extraordinario para la destreza democrática del mundo, solo ha demostrado que no están todos en la misma página en lo que respecta al progreso humano importante.
MTR: El progreso siempre ha estado vinculado a la tecnología, pero las herramientas que teníamos a nuestro alcance no nos han ayudado a frenar la pandemia.
CM: No hay que culpar a la tecnología. Si quizá es la fuerza global más influyente de la actualidad, nuestra incapacidad para frenar o detener la COVID-19 antes no ha sido un fracaso tecnológico; el juego de la espera no es el resultado esperado de la destreza tecnológica rudimentaria del mundo. Esta no es la década de 1980. Ya poseemos los medios para una solución rápida, al menos una mucho más rápida que la experimentada. El problema, el problema crítico, es que nuestra competencia tecnológica está fracturada tanto a nivel nacional como internacional. Juntos tenemos las herramientas para una solución; simplemente no hemos descubierto cómo compartirlas. Entonces, nos queda aplicarlas por separado. No se ha demostrado que poseamos una voluntad colectiva de utilizar nuestros recursos para el mayor bien humano. La pandemia es un buen ejemplo.
MTR: Hablemos ahora de vuestro libro: Pandemocracia. ¿De dónde surge la idea del proyecto y el título?
CM: El término pandemocracia es un guiño obvio a la combinación de pandemia y democracia. Si bien es un juego de palabras memorable, no es la razón principal por la que acuñamos el término. Hay un motivo más esperanzador. Estas fracturas iluminadas dentro del paisaje nacional y geopolítico pueden ser la luz al final de este túnel sin precedentes si así lo decidimos. Las lecciones más recientes y los estudios de casos más brillantes de este año nos dicen que, si sabemos dónde buscar y qué aprender, la pandemia que expuso la mayor debilidad de la democracia global podría usarse para definir lo que podemos llamar “pandemocracia”: un electorado global comprometido con la más amplia disponibilidad de conocimientos y recursos globales, como un medio para satisfacer las mayores necesidades de la humanidad.
MTR: Habla siempre en torno a los conceptos de tecnología, democracia y humanidad. ¿Cómo están unidas y cómo cree que deben unirse?
CM: En el libro The transHuman Code ofrecimos una imagen del tipo de decisiones que debemos tomar para usar la tecnología para producir una humanidad mejor en lugar de usar a la humanidad para producir una mejor tecnología. Nuestra premisa es que la pandemia ha avergonzado el estado global de la democracia y nos ha mostrado el camino para mejorarlo. Y no estamos hablando solo de descubrir cómo trabajar juntos de manera más agradable. Al igual que con cualquier fundamento social, llevar la democracia global por el camino correcto y más cerca de donde queremos que esté no es tan simple como hacer un curso sobre modales y diplomacia. El camino a seguir requerirá que entendamos la historia que trajo al mundo aquí, tan poco preparado para salvarse en su mayor hora de necesidad. Una vez que entendamos toda la historia, nuestra visión del futuro será mucho más clara, incluidas las formas en que podemos llegar allí.
MTR: Sin embargo, ¿no cree que una democracia global puede dejar de lado las realidades de cada uno de los países o territorios?
CM: El problema que surge cuando una sociedad se inclina por el camino de la uniformidad creciente es que termina con una situación de “talla única”. Esto, a su vez, crea desconfianza en los funcionarios electos que ocupan los distintos niveles de cargos gubernamentales, pero sobre todo en aquellos que tienen el poder de elaborar las leyes que gobiernan derechos y libertades. Lo que estoy diciendo es que, de manera lenta pero segura, el brillante ejemplo de democracia ha transferido el poder del electorado a los funcionarios electos. Debe haber un retorno del poder al electorado. Y es aquí donde la tecnología entra en juego, es la oportunidad de la tecnología para redimirse: voto electrónico versus tradicional, como es el caso de Suiza.
En conclusión, estamos en el momento de construir los pilares del mundo que queremos para un futuro que, esperemos, no sea demasiado lejano, pues la crisis global en la que nos encontramos nos insta a actuar con rapidez. La tecnología puede ser la clave, pero sin dejar de mirar nunca a la humanidad que nos caracteriza.
Una larga trayectoria profesional
Carlos Moreira empezó su carrera como experto en informática en las Naciones Unidas y en la actualidad es uno de los pioneros de la identidad digital. Desde 1983 hasta 1998, trabajó con ILO, UNCTAD, OMC, UNDP, ESCAP y el Banco Mundial; y también fue profesor adjunto y jefe del Trade Efficiency Lab en el Graduate School of Engineering, de la RMIT University, de 1995 a 1999. En 1999, fundó WISeKey, una empresa de ciberseguridad ubicada en Ginebra, de la que hoy sigue siendo el CEO. Su perfil profesional se compone de una gran experiencia en diplomacia, liderazgo y tecnologías emergentes, características que le han permitido ser una eminente autoridad en el mundo numérico de hoy, donde la adquisición y la protección confiada de una identidad digital se ha convertido en un elemento clave para ciudadanos y entidades de todo el mundo. Carlos es miembro de The United Nations Global Compact y del World Economic Forum – Global Future Council, además de que forma parte de los miembros fundadores del World Economic Forum – Global Growth Companies. En la actualidad, también es secretario general de Fundación OISTE.