Pasos y torres de la Gran Muralla: de defensa a control de aduanas

Construida y reconstruida entre el siglo V a.C. y el siglo XVI d.C., la Gran Muralla China es uno de los mayores emblemas arquitectónicos del mundo .

Por Lucía Marroquín

En un serpenteante recorrido que se calcula de unos 21.200 kilómetros de largo entre la frontera con Corea, al borde del río Yalu, y el desierto de Gobi, esta muralla de unos 6 a 7 metros de alto y de 4 a 5 metros de ancho tiene miles de torres de vigilancia.

En algunos tramos de la muralla Ming —llamada así por haber sido reconstruida durante esa dinastía entre los años 1368 y 1644— hay más de 60 torres en solo 11 kilómetros. 

En su paso por las principales rutas comerciales chinas, las torres permitían el control de las importaciones. Tanto estas como los cuarteles, que tenían un uso principalmente militar, actuaban como aduana. Cada una de ellas tiene escaleras únicas y de acceso difícil, pensadas para dificultar los asaltos. En caso de ataque, las diferentes torres se comunicaban a través de un complejo sistema de señales de humo y destellos de luz.

Entre las numerosas pequeñas puertas a lo largo de la muralla, por las que solo cabía un caballo, solo había tres de gran importancia, fuertemente vigiladas: el Paso de Juyong, uno de los más custodiados ya que era el acceso más inmediato a Beijing; el Paso Jiayu, al oeste; y el Paso Shanhai, al este. Estos también funcionaban como aduanas para el intercambio comercial. Construido —o reconstruido— durante la Dinastía Ming, el Paso Jiayu fue de importante valor comercial en su época, ya que por allí se trazaba la principal vía de comunicación de la Ruta de la Seda. Originalmente fue creado para defender al imperio de una posible invasión, que nunca ocurrió. Quizá por eso es uno de los pasos mejor conservados de toda la muralla.

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