Breve historia de Cartagena

Del esplendor romano a la decadencia medieval, el recorrido de esta ciudad portuaria ha sido inestable hasta conseguir que, hoy en día, la industria, el comercio y el turismo sean sus pilares económicos.

Por Antonio Botías

La ciudad de Cartagena fue fundada, con el nombre de Qart Hadasht, hacia el año 227 a. C. por el general cartaginés Asdrúbal sobre un núcleo de población anterior que se viene relacionando con la Mastia que aparece recogida en la Ora Marítima escrita por el romano Rufo Festo Avieno en el siglo IV a. C. La presencia cartaginesa en ella sería fugaz ya que en el 209 a. C., en el transcurso de la Segunda Guerra Púnica, fue conquistada por el romano Publio Cornelio Escipión.

Bajo el dominio romano, la ciudad vivirá sus mayores momentos de esplendor entre finales del siglo III a. C. y comienzos del II d. C. En el año 44 a. C. recibiría el título de colonia bajo la denominación de Colonia Urbs Iulia Nova Carthago. La importancia de la ciudad se basó, junto con la riqueza minera de su sierra, en su privilegiado emplazamiento y la singularidad de su topografía —una pequeña península entre el mar y una laguna interior (el Almarjal de los tiempos modernos)— que permitía una fácil defensa.

Con el final del Imperio romano se abre una época de decadencia de la que se tienen muy pocas noticias. De este período podemos destacar el paso de los vándalos por la ciudad, el dominio visigodo, interrumpido en el 555 por las tropas bizantinas del emperador Justiniano que, en su intento de recuperar los territorios que pertenecieron al Imperio romano de Occidente, tomaron la ciudad y la convirtieron en la capital de la provincia de Spania, que abarcaba parte del sureste peninsular, desde Málaga hasta la propia Cartagena. La ciudad caería nuevamente en poder de los visigodos tras ser conquistada y arrasada a principios del siglo VII. A partir de este momento, Cartagena desaparece prácticamente como ciudad.

En el año 734, a causa de la capitulación de la cora de Tudmir, caería bajo el poder musulmán, emprendiendo entonces, y sobre todo entre los siglos X y XII, un proceso de lenta recuperación que queda reflejado por su cita en las obras de escritores árabes.

Fue en 1245 cuando el entonces príncipe Alfonso —el que luego sería Alfonso X el Sabio— conquistó la ciudad, que recuperará su condición de sede episcopal. Con todo serán estos siglos bajomedievales una etapa de decadencia, de la que comenzará a salir en el siglo XVI con la reactivación económica y política generalizada que vive el país; pero, de nuevo, entrará en una profunda crisis a mediados del siglo XVII que las epidemias agravarán aún más (peste de 1648).

Cartagena recobrará su antigua importancia en el siglo XVIII cuando, a raíz de su elección en 1726 como capital del Departamento Marítimo del Mediterráneo y la construcción del Arsenal y de los castillos y cuarteles previstos en el plan de fortificación de la ciudad, se alcance una gran actividad constructiva y mercantil que atraerá hacia ella a grandes contingentes de población, pasando en un corto espacio de tiempo de 10.000 a 50.000 habitantes.

Tras un nuevo período de decadencia en la primera mitad del siglo XIX, la segunda mitad de dicha centuria verá un nuevo despegue de Cartagena a causa del gran auge de la minería, que, a su vez, sirvió de estímulo para la industria y el comercio. Será esta la época en que Cartagena, tras las destrucciones provocadas por la Revolución Cantonal de 1873, adquiere su fisonomía actual, al construirse numerosos edificios de carácter público y privado que reflejan las tendencias eclécticas y modernistas imperantes entonces en España.

En medio de la recesión económica y las fuertes tensiones sociales, provocadas por la crisis de la minería y agravadas por la gran crisis económica internacional de la segunda década del siglo XX, Cartagena afrontó la Segunda República y padeció las dramáticas consecuencias de la Guerra Civil, durante la cual fue uno de los bastiones más importantes del Gobierno republicano y, junto con Alicante, la última ciudad en caer en manos del general Franco.

Tras la posguerra, que en Cartagena fue especialmente dura, la llegada del agua del Taibilla y la construcción de la refinería en Escombreras propician una nueva etapa de desarrollo económico que se prolonga hasta los años setenta. La creciente importancia del turismo y la puesta en marcha del trasvase Tajo-Segura vienen a complementar la actividad industrial. Con el auge económico llega el aumento de la población y el crecimiento de la ciudad, que ahora construye el Ensanche diseñado a finales del siglo XIX. Pero el desarrollo incontrolado generará graves problemas de contaminación y abusos urbanísticos, a veces con consecuencias desastrosas. Las dificultades económicas, iniciadas con la crisis del petróleo en los años setenta y agravadas en los ochenta, acompañan al establecimiento de la democracia, cuyos primeros pasos se verán dificultados no poco por la situación económica y las tensiones sociales. Pero la crisis toca fondo en los noventa y, desde mediados de esa década, se asiste a un nuevo período de auge económico y crecimiento urbano que, desgraciadamente, a pesar de los cambios habidos en el modelo de desarrollo, repite algunos de los errores de la etapa anterior.

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