Después de tres años sin poder reunirse, la OMC celebró en junio la XII Conferencia Ministerial en Ginebra, de la que resultaron subvenciones a la pesca, respuesta a la pandemia y la propiedad intelectual, gestión de la agricultura y la seguridad alimentaria, acción por el clima y la reforma del propio organismo.
A mediados de junio pasado, los líderes de la Organización Mundial del Comercio (OMC) desbordaban euforia por los resultados obtenidos en la XII Conferencia Ministerial (CM12) celebrada en Ginebra. Tras cinco días de complejas negociaciones, los representantes de 164 Estados evaluaron sus resultados como una serie de “acuerdos sin precedentes”, en especial lo logrado respecto a patentes de las vacunas contra la COVID-19, seguridad alimentaria y normas que regulan la pesca.
Más allá de la importancia de los consensos alcanzados, los resultados despejan la incertidumbre y trazan un futuro posible para el organismo, que sufría una crítica generalizada sobre su parálisis de los últimos años, además de cuestionamientos puntuales de algunos miembros y embates injustos de la Casa Blanca en tiempos de Trump (que llegó a plantear su eventual retiro de la OMC).
El organismo atravesaba una seria crisis, la peor desde su fundación. Sus últimos logros importantes habían sido el Acuerdo sobre Facilitación del Comercio (2013) y la prohibición de las subvenciones a la exportación de productos agropecuarios (2015). Hay que recordar que sus miembros no lograban reunirse presencialmente desde la conferencia de diciembre de 2017 en Buenos Aires, que hacía casi una década que no alcanzaban a concretar ningún acuerdo y ni siquiera lograban renovar sus autoridades por las trabas planteadas por Estados Unidos.
La Conferencia Ministerial se celebró en un momento histórico en que las perspectivas de la economía mundial no son especialmente auspiciosas. Había estado prevista su celebración en Kazajstán en junio de 2020, pero tuvo que aplazarse debido a la pandemia de la COVID-19. Cuando se resolvió hacerla en Suiza, nuevamente debió posponerse por las restricciones de viaje que impedían a los ministros viajar a ese país a causa de la nueva variante ómicron.
Tras más de dos años de pandemia y en el contexto de la desaceleración de la actividad económica mundial por efecto de la reaparición de la inflación el año pasado y el conflicto ruso-ucraniano, obtener resultados era vital para la Organización Mundial del Comercio y sobre todo para un multilateralismo sometido a presión, como ya se había percibido en 2017.
Desde entonces, las dificultades no hicieron más que acumularse: la pandemia, el endurecimiento de Washington ante China, el recrudecimiento del proteccionismo impulsado por Estados Unidos, las perturbaciones en las cadenas de suministro, la agudización del cambio climático, el rebrote de la inflación y, de manera irracional, la reaparición de la guerra como respuesta a los conflictos, con sus secuelas de encarecimiento de precios, crisis alimentaria y energética y profundización de las fracturas geopolíticas.
Hay que confirmar que la cooperación comercial multilateral puede y debe ser la respuesta a los desafíos del mundo actual y contribuir a que los gobiernos enfrenten las emergencias mundiales con acuerdos consensuados y pacíficos —aún en tiempos difíciles— parecía una tarea imposible. Pero contra todo pronóstico, la Conferencia de la OMC ha logrado resultados para celebrar.
Como señalara Ngozi Okonjo-Iweala, la nueva directora general de la OMC, al cerrar el ciclo de discusiones que obligó a extender el plenario 48 horas más allá de lo previsto para lograr los últimos consensos, esta conferencia “confirma la importancia histórica del sistema comercial multilateral”. Ello abre dos grandes oportunidades: redefinir el futuro de la OMC en el actual contexto y aprovechar el potencial del sistema multilateral de comercio para alcanzar un crecimiento sostenible e inclusivo en un mundo que parece olvidar que no es posible postergar la lucha climática por ningún motivo, por más justo que este parezca.
Una facilitadora del consenso
Para alcanzar el clima exitoso con el que concluyó la Conferencia de la OMC ha sido relevante el rol de la directora Okonjo-Iweala. Séptimo director general del organismo a partir del 1 de marzo de 2021, se ha convertido en la primera mujer en dirigir la OMC y en el primer director general procedente de África.
Economista egresada con los máximos honores de la Universidad de Harvard, posee un doctorado en Economía Regional y Desarrollo por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MTI) en 1981. Con una larga trayectoria profesional de más de 30 años en Asia, África, Europa, América Latina y Estados Unidos, ha sido directora gerente del Banco Mundial y ministra de Finanzas y Asuntos Exteriores de su país, Nigeria.
Presidió el Consejo de Gavi, la Alianza para las Vacunas, una ONG público-privada que reúne a gobiernos de países en vías de desarrollo, la OMS, Unicef, el Banco Mundial y la industria de las vacunas, junto con donantes como la Fundación Bill y Melinda Gates, para mejorar el acceso a la vacunación, en particular de los niños, contra las enfermedades prevenibles que amenazan su vida en los países en desarrollo.
La directora Okonjo-Iweala también ha formado parte de los consejos de administración de Twitter y del Standard Chartered, banco global líder, de origen británico, pero con el 90% de sus operaciones en Asia, África y Oriente Medio.
Durante el brote de la pandemia fue nombrada Enviada Especial de la Unión Africana (UA) para la movilización de ayuda financiera internacional en la lucha contra la COVID-19 y de la OMS para acelerar el acceso a las herramientas contra la COVID-19.
Esa intensa y variada trayectoria la ha caracterizado como una negociadora experimentada y hábil mediadora en negociaciones y acuerdos beneficiosos para los involucrados. Se la considera una facilitadora del consenso tanto en su desarrollo político en Nigeria como ministra y miembro del Partido Democrático Popular, de extracción liberal-conservadora, como en su actividad como funcionaria internacional de alto rango. Okonjo-Iweala parece creer decididamente en que el comercio tiene la capacidad de sacar de la pobreza a los países en desarrollo y posibilitar su crecimiento económico y un desarrollo sostenible. En su experiencia al frente de las carteras de Hacienda y Asuntos Exteriores, contribuyó a transformar la política comercial de Nigeria aumentando su competitividad e intercambio.
Okonjo-Iweala parece creer decididamente en que el comercio tiene la capacidad de sacar de la pobreza a los países en desarrollo y posibilitar su crecimiento económico y un desarrollo sostenible.
Un aspecto relevante de su perfil se centra en la preocupación por la crisis climática y el riesgo de impacto severo en el comercio y la economía mundial. En la actualidad, Okonjo-Iweala preside el Consejo de Administración de African Risk Capacity (ARC), de la Unión Africana, un mecanismo de seguro innovador basado en el clima para los países africanos, y a la vez es copresidenta de la Comisión Mundial sobre la Economía y el Clima, junto con Lord Nicholas Stern, y copreside el Consejo de Lumos, una empresa africana centrada en la energía renovable.
Nuevos mecanismos
Los resultados de la Conferencia han sido múltiples e iremos reseñando los más trascendentes. Pero antes vale prestar atención a una interesante reflexión formulada por la directora general adjunta Anabel González, de Costa Rica. González plantea que los logros alcanzados —que van desde acuerdos para la reforma de la OMC hasta las subvenciones a la pesca, la propiedad intelectual y la agricultura— dejan una serie de cuestiones que no serán fáciles de abordar para seguir avanzando en las negociaciones comerciales. Y llama la atención sobre una nueva herramienta, la “autoexclusión”, a disposición de los miembros: “La fórmula de autoexclusión, incorporada en la nota 1 de la decisión ministerial sobre la propiedad intelectual y las vacunas contra la COVID-19, puede resultar útil para ayudar a revitalizar la función de negociación de la OMC en más de un sentido, siempre y cuando sus miembros estén dispuestos a hacer uso de ella”.
Uno de los problemas “históricos” de la OMC ha sido establecer normas y disciplinas comerciales vinculantes para 164 países miembros de la OMC con prioridades, intereses, necesidades y economías diferentes y de muy distintos tamaños. Era un reto de difícil solución teniendo en cuenta además que la toma de decisiones requiere consenso.
A lo largo de los años, los miembros han buscado formas de flexibilizar esas negociaciones en la OMC. Un avance fue la adopción del Acuerdo sobre Facilitación del Comercio (2013) al permitir que cada país determinara su calendario de aplicación. Otra forma alternativa de avanzar y que está en curso son los “acuerdos plurilaterales” entre un subgrupo de países involucrados, pero aún queda pendiente el debate de cómo incorporar esos acuerdos al marco de la OMC.
La directora general adjunta explica el mecanismo de autoexclusión con rigor: “La Decisión Ministerial de la CM12 sobre las vacunas contra la COVID-19 contiene una discreta nota a pie de página (nota 1) cuyo objetivo es definir qué países pueden beneficiarse de las flexibilidades previstas en el acuerdo sobre propiedad intelectual. En su texto se señala que, si bien todos los países en desarrollo son admisibles, se alienta a los que tienen capacidad de fabricar vacunas contra la COVID-19 a que asuman un compromiso vinculante de no acogerse a la Decisión. China lo hizo en una declaración formulada ante el Consejo General de la OMC el 10 de mayo. Tales compromisos vinculantes quedarán registrados, y se recopilarán y se publicarán en el sitio web de la OMC”.
Lo interesante del análisis de González es que, al definir la admisibilidad, la nota 1 soslaya entrar en la argumentación teórica de si un miembro concreto de la OMC es o no un país en desarrollo y se centra en cambio en la capacidad real de un país para asumir compromisos plenos en una determinada negociación.
Los miembros que decidan autoexcluirse de un acuerdo podrían beneficiarse de sus disposiciones y quedar obligados por ellas en el momento en que decidan adherirse al acuerdo en cuestión
“El mecanismo de autoexclusión —señala González— podría servir de modelo para abordar lo que ha demostrado ser una cuestión espinosa en la OMC: la adopción de mayores responsabilidades por parte de los mercados emergentes en el sistema multilateral de comercio a la par de los países avanzados”. Y aclara: “Es importante destacar que la nota 1 fue negociada conjuntamente por China y Estados Unidos y abre un nuevo camino para dar cabida a los intereses y sensibilidades de ambas partes”.
El mecanismo de autoexclusión también podría utilizarse para permitir que, en un acuerdo multilateral específico, algunos miembros puedan quedarse al margen cuando no pueden o no están preparados para un resultado concreto en el momento del acuerdo: “Los miembros que decidan autoexcluirse de un acuerdo podrían beneficiarse de sus disposiciones y quedar obligados por ellas en el momento en que decidan adherirse al acuerdo en cuestión. La técnica de la autoexclusión flexibilizaría la función de negociación de la OMC, ya que permitiría que la mayoría de los miembros avanzasen de forma multilateral con objeto de desarrollar nuevas normas teniendo en cuenta al mismo tiempo las diferentes preferencias de los miembros”.
Como destaca González, la técnica es nueva para la OMC, pero existen mecanismos similares, como el sistema de cooperación reforzada de la UE, las iniciativas pioneras del foro de Cooperación Económica de Asia y el Pacífico (APEC) y la fórmula “Menos X” de la Asociación de Naciones del Asia Sudoriental (ASEAN). “Al encontrar otra forma de avanzar, la técnica de autoexclusión de la CM12 ofrece una vía pragmática de facilitar la asunción por parte de los mercados emergentes de mayores responsabilidades en el sistema, al tiempo que permite a los miembros de la OMC avanzar en la elaboración de normas, asegurar la liberalización recíproca del comercio o simplemente iniciar un diálogo en esferas en las que no todos los miembros están preparados para hacer progresos. Corresponde a los miembros de la OMC decidir si hacen o no uso de ella”.
Un contexto difícil
El escenario global en el que se desarrolló la Conferencia de la OMC no puede ser más complejo. Desde su creación, los cambios en el poder económico mundial y el peso político y económico de sus miembros han variado sustancialmente, como también ha sucedido en la composición del intercambio global de bienes, servicios e inversiones.
Desde la creación de la OMC, los cambios en el poder económico mundial y el peso político y económico de sus miembros han variado sustancialmente.
De allí la necesidad de “ajustar” los mecanismos y reglas del sistema multilateral, lo que se torna especialmente difícil en un contexto donde las tensiones geopolíticas, económicas y comerciales alcanzan los actuales volúmenes.
La sucesión de acontecimientos ha sido vertiginosa. La relación sinoestadounidense no deja de deteriorarse. A partir de 2010, China supera a Japón para convertirse en la segunda mayor economía del mundo y dejó atrás a EE. UU. en la producción manufacturera y la generación de energía. Y desde 2017, el Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que es la principal potencia económica mundial.
Bajo la histeria de Trump reapareció un “nacional-proteccionismo” de triste memoria para la humanidad, pero que ha quebrado muchos de los consensos logrados en la etapa de globalización. Aunque EE. UU. siga siendo la potencia hegemónica en el mundo considerando su poderío económico, tecnológico, militar y político, junto con el predominio de su ideología económica y cultural, China está disputando la hegemonía global en algunos de esos frentes. De socio comercial preferente ha pasado a ser ahora la mayor amenaza. Su alianza estratégica con Rusia también constituye un movimiento tectónico de las placas del poder global y el reciente conflicto ruso-ucraniano pone a Rusia como enemigo principal de EE. UU. y sus aliados de la OTAN.
En medio de semejantes convulsiones, la economía mundial parece encaminarse hacia una profunda recesión combinada con un brote de inflación (estanflación) agudizado por la crisis energética derivada de esa guerra. Y salvo Naciones Unidas, nadie parece comprender que las consecuencias de la crisis climática han llegado a un punto de no retorno, con consecuencias irreversibles y costos humanos y económicos catastróficos, mientras que los líderes mundiales miran para otro lado.
La economía mundial parece encaminarse hacia una profunda recesión combinada con un brote de inflación (estanflación) agudizado por la crisis energética derivada de la guerra en Ucrania.
La suma de esas realidades reconfigura el escenario global de tal manera que torna obsoletas algunas reglas que inciden en la gobernanza comercial global y que eran el fundamento de la sostenibilidad de un orden mundial razonable y cooperativo bajo el esquema de “ganar-ganar”.
En ese contexto, los acuerdos de la XII Conferencia Ministerial de la OMC significan un soplo esperanzador hacia la reconstrucción de un sistema multilateral de comercio internacional que sea efectivo y eficaz, pero que sobre todo privilegie la paz y los consensos constructivos.
Los logros de la CM12
Los logros alcanzados por la CM12 van desde acuerdos a las subvenciones a la pesca, respuesta a la pandemia y la propiedad intelectual, gestión de la agricultura y la seguridad alimentaria, hasta el clima y la reforma de la OMC. Veamos una síntesis de ellos:
1. Subvenciones a la pesca: la pesca excesiva ha puesto en riesgo las pesquerías del mundo y ha afectado a la mayoría de los países. A medida que el agotamiento de las pesquerías se hace más evidente, tras haber arrasado los mares del mundo (al punto de ser la responsable de una disminución del 90% de algunas especies), la flota pesquera mundial avanzó sobre áreas oceánicas más alejadas, profundas y difíciles de controlar y en los últimos años sobre el Atlántico sur y los mares antárticos, áreas consideradas muy vulnerables.
La FAO considera que esa flota está sobredimensionada, al punto de que ya hace 20 años estaba dos veces y media por encima de las necesidades globales. La industria pesquera saquea recursos naturales solo en beneficio de un grupo pequeño y poderoso de países. Y la situación no cambiará a menos que alguna de las grandes potencias involucradas (UE, China, EE. UU.) asuma medidas de control y su ejemplo se imponga en otros actores del sector.
Para los expertos de la FAO, las poblaciones de peces biológicamente sostenibles descendieron del 90% al 62% en los últimos 40 años y las explotadas de manera insostenible representan el 35%, por lo que, de mantenerse los niveles actuales de captura, la mayor parte de los peces podrían llegarán a su extinción a mitad de este siglo.
Por esas consecuencias en los ecosistemas marinos, se ha planteado un profundo debate con respecto a las subvenciones otorgadas al sector pesquero que no han hecho más que agravar el problema. Las dificultades para su tratamiento han sido tales que la excomisaria de Comercio de la UE, Cecilia Malmström, no dudó en advertir a fines de 2019 de que ello es el resultado del “comportamiento destructivo de varios países grandes. Es horrible. Los miembros ni siquiera pueden acordar dejar de subsidiar la pesca ilegal”.
Solo cinco o diez países tienen de facto el monopolio de la pesca en aguas internacionales y pescar no responde a las recomendaciones científicas y técnicas, sino a la voluntad de las pesqueras y sus avales políticos.
Desde hace años un gran número de miembros de la OMC reclaman perfeccionar las normas que permitan instaurar una pesca responsable. Las subvenciones pesqueras se caracterizan por causar no solo distorsiones competitivas en los mercados internacionales, sino que han alterado los efectos buscados por la FAO con la ampliación de la jurisdicción a las 200 millas para mantener las pesquerías saludables.
El importante acuerdo multilateral alcanzado propone poner fin a las subvenciones a la pesca que resultan perjudiciales para contribuir a la protección de los océanos. Incluye una prohibición absoluta de las subvenciones a la pesca no reglamentada en alta mar, una prohibición histórica para las zonas más vulnerables que carecen de un régimen de gestión pesquera establecido y coordinado. El acuerdo está en consonancia con el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas 14.6 e incluye una estricta prohibición de las subvenciones que contribuyen a la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (INDNR), con disposiciones sin precedentes en materia de transparencia.
Cabe señalar que su implementación tiene todavía un difícil camino. Si bien los miembros han alcanzado un acuerdo, para que entre en vigor y cesen las subvenciones que contribuyen a la sobrecapacidad y la pesca excesiva es necesario concluir las negociaciones sobre el ODS 14.6, lo que la UE se ha “comprometido” a completar lo antes posible. Tampoco están establecidos los sistemas de control de la pesca no reglamentada en alta mar.
Por otra parte, en la primera fase del acuerdo, la disposición sobre las poblaciones sobreexplotadas aporta normas de sostenibilidad para las subvenciones en relación con las poblaciones más vulnerables, pero no las elimina.
2. Respuesta a la pandemia y propiedad intelectual: la CM12 ha acordado una respuesta frente a la presente y futuras pandemias reafirmando el compromiso con la transparencia, el intercambio oportuno y exhaustivo de información y la limitación de la imposición de restricciones a la exportación. Atendiendo a los pedidos a países en desarrollo, se acordó una exención de determinadas obligaciones de procedimiento en virtud del Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC) para permitir la rápida fabricación y exportación de vacunas contra la COVID-19 sin el consentimiento del titular de la patente. El avance es significativo, pues, si bien mantiene un marco de propiedad intelectual operativo con incentivos para la inversión, la investigación y la transferencia de tecnología, genera condiciones indispensables para el desarrollo de nuevas vacunas y medicamentos y refuerza la capacidad de producción de los países más vulnerables o menos desarrollados.
3. Seguridad alimentaria y agricultura: la CM12 también acordó en materia de seguridad alimentaria evitar restricciones injustificadas a la exportación de alimentos y mejorar la transparencia de las restricciones a la exportación que pudieran producirse. Una decisión importante estuvo vinculada a que las compras humanitarias realizadas en el marco del Programa Mundial de Alimentos estén completamente exentas de restricciones a la exportación.
El acuerdo es la respuesta oportuna de la OMC ante las circunstancias excepcionales a las que se enfrentan países ante un proceso prolongado de sequías como consecuencia del cambio climático (como es el caso de los países del Cuerno de África: Somalia, Etiopía, Kenia, Sudán, Eritrea y Sudán del Sur), sumado a otros afectados por la reducción del suministro de cereales a los mercados mundiales como consecuencia de la guerra ruso-ucraniana.
Quedó pendiente para la CM13 poder superar las diferencias en relación con el programa de trabajo para la agricultura presentado por la Unión Europea. Y es que en el campo de la agricultura y la seguridad alimentaria llegar a un consenso es especialmente difícil. En 2021, el estancamiento de las negociaciones sobre agricultura había sido evidente.
La presidenta de las negociaciones sobre agricultura, la embajadora Gloria Abraham Peralta (Costa Rica), había explorado en las reuniones previas el camino a seguir en relación con los ocho temas contenidos en el proyecto de texto de negociación. Entre esos temas figuran la ayuda interna al sector agrícola, el acceso a los mercados agrícolas y la competencia de las exportaciones, con inclusión de medidas cuyos efectos se consideran comparables a los de las subvenciones a la exportación.
Además, están temas como las restricciones y prohibiciones de exportación de productos alimenticios, el algodón, los alimentos adquiridos a precios administrados en el marco de programas de constitución de existencias públicas de alimentos y una nueva propuesta de “mecanismo de salvaguardia especial” que permitiría a los países en desarrollo aumentar temporalmente los aranceles en caso de incrementos súbitos de las importaciones o caídas de los precios. Una tarea titánica en vista de los intereses contrapuestos en juego.
Pero el contexto de emergencia alimentaria mundial dio pie a flexibilizar las posiciones sobre la exportación de alimentos y el acceso a ellos. La FAO había advertido recientemente que el hambre mundial se incrementó durante la pandemia pasando de 720 a 811 millones de personas, lo que ha empeorado tras la guerra en Ucrania, que ha alterado los mercados mundiales y ha ocasionado trastornos en el suministro de granos.
Además, el conflicto bélico provocó un enorme incremento de los costos de gas y petróleo, lo que impactó negativamente en los productores, que aumentaron los fertilizantes —de los que Rusia y Ucrania son fuertes exportadores—, y en los países con bajos ingresos, importadores netos de alimentos, cuyos consumidores han quedado expuestos a un alza desmedida de ellos.
El Programa Mundial de Alimentos, cuyas reservas de trigo se prevé que solo alcancen hasta mediados de julio de 2022, advirtió el pasado mes de junio que millones de personas están en riesgo de hambre por falta de fondos. Los donantes internacionales han garantizado solo una cuarta parte de los 2.000 millones de euros que se requieren para cubrir las necesidades pese a que el dinero fluye desorbitado para abastecer de armas a la contienda ucraniana. La irracionalidad y la deshumanización campean en estos días aciagos.
Los donantes internacionales han garantizado solo una cuarta parte de los 2.000 millones de euros que se requieren para cubrir las necesidades pese a que el dinero fluye desorbitado para abastecer de armas a la contienda ucraniana.
4. Coalición por el clima: otro de los avances logrados en la CM12 ha sido la formación de una coalición sobre el clima. Miembros de la UE, Ecuador, Kenia y Nueva Zelanda, con el apoyo de la directora general, Okonjo-Iweala, plantearon intensificar el diálogo a fin de poner el cambio climático en el primer plano de las políticas comerciales y examinar cómo contribuir a la lucha climática.
“Cada día vemos los efectos del cambio climático en las economías, las zonas rurales, los sistemas financieros, la biodiversidad y la competitividad”, explicó la directora Okonjo-Iweala destacando el papel del comercio y de la OMC en el abordaje del cambio climático y en la gestión armónica de las fricciones comerciales.
Okonjo-Iweala: “Cada día vemos los efectos del cambio climático en las economías, las zonas rurales, los sistemas financieros, la biodiversidad y la competitividad”.
Si bien no hubo acuerdos específicos y se trató de una reunión informal, los países organizadores evalúan como muy positivo que los ministros de Comercio generen un espacio donde puedan examinar cómo desde el comercio y las políticas comerciales pueden apoyar los objetivos del Acuerdo de París sobre el cambio climático y avanzar hacia un desarrollo sostenible desde el ámbito de la OMC.
Se tuvo presente, y así lo recordó la directora general, la experiencia de la Coalición de Ministros de Finanzas para la Acción Climática, que desde 2019 tiene una secretaría que gestiona el Banco Mundial y el FMI, que trabaja en potenciar inversiones y financiación verdes.
Con ello, los países impulsores buscan mostrar su compromiso de poner la lucha contra el cambio climático en la vanguardia de la política comercial.
- Reforma de la OMC: la reforma de la OMC es una prioridad esencial, fundamental para garantizar la estabilidad y promover un enfoque del comercio internacional basado en normas. Esta es una de las razones por las que la Unión Europea asumió el liderazgo del proceso de reforma de la OMC y pretende de seguir haciéndolo en las próximas reuniones.
En relación con lo trabajado por la CM12, los ministros se comprometieron a iniciar una profunda e importante reforma del organismo poniendo bajo examen todos los aspectos de las actividades actuales, desde reforzar su capacidad de ser un ámbito sólido y creíble para las negociaciones entre las partes hasta consolidar su rol de supervisión de la evolución de la política comercial mundial. Los miembros han acordado el compromiso de restablecer un sistema de solución de diferencias plenamente operativo en 2024.